La adaptación cinematográfica nominada al Oscar de Edward Berger (2022) de la novela de Sin novedad en el frente (1929), de Erich Maria Remarque, nos habla de la caída de una “juventud de hierro” alemana engañada por sueños retorcidos de victoria bélica. A través de una narración que contrasta ilusión y realidad, inocencia y engaño, alegría y miseria, humanidad y brutalidad, Berger hace surgir un mosaico de belleza y monstruosidad que deja claro el costo esencial de la guerra: la disolución absoluta del individuo.
Image: Netflix.
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Viento, lluvia y lánguida oscuridad en un bosque de ensueño. Una zorra y sus tres cachorros duermen plácidamente en su escondite, hasta que el sonido de un trueno la pone en alerta. Afuera, lo que parece al principio un trueno es el estrépito de los bombardeos que perturban la armonía pacífica de los largos árboles y el frescor de los bosques con el horror confuso de la muerte. Cerca, la guerra arde y los cadáveres de los jóvenes caídos están esparcidos por todo el campo de batalla. A diferencia de los cachorros de zorra, protegidos y alimentados por su madre, los soldados muertos en acción parecen famélicos, abandonados a su suerte por una madre patria dispuesta a sacrificarlos. En medio de los gritos de guerra y los rostros aterrorizados de sus compañeros, pierdiendo la vida violentamente en cuestión de segundos, el joven soldado Heinrich Gerber (Jakob Schmidt) avanza mecánicamente, implacablemente, funcionando como una de las piezas asesinas del motor de la carnicería, asesinando, enloqueciendo, embriagado por el frenesí de la muerte, y siguiendo el destino final de sus camaradas. Sin embargo, la maquinaria de guerra, que nunca recibe suficiente forraje para saciar su apetito, anhela lo último que a Heinrich aún le queda por dar: su uniforme. Y hay cientos de miles de Heinrichs en este campo de batalla de la Gran Guerra que, en su tercer año, en la primavera de 1917, extiende sus garras hacia las vidas felices de cuatro jóvenes estudiantes del norte de Alemania: Paul Bäumer (Felix Kemmerer), Albert Kropp (Aaron Hilmer), Frantz Müller (Moritz Klaus) y Ludwig Behm (Adrian Grünewald). Nacidos en el cambio de siglo, los adolescentes insisten en participar en la búsqueda colectiva de la victoria, completamente convencidos y emocionados por las palabras incitantes y apremiantes de su maestro: ellos son la afortunada “juventud de hierro”, teniendo la suerte de servir a su nación en el campo de batalla, pues “el Kaiser necesita soldados, no niños”, que regresen “con una cruz de hierro en un pecho henchido de orgullo”. Este incentivo es tan irresistible que los muchachos no pueden esperar más para poner de su parte contribuyendo a la victoria. Para esto, habrían de cumplir con el sentimiento de deber al que apela el maestro en sus discursos de grandeza: la renuncia absoluta a toda actividad mental y espiritual en beneficio de la causa común, pues “no hay tiempo para la debilidad del espíritu. ¡Cada indecisión, cada vacilación es una traición a la patria! Porque la guerra moderna es como el ajedrez. Nunca se trata del individuo, siempre se trata del todo”. Esta declaración, declamada dignamente por el respetado maestro de los jóvenes, determinará la trama de Sin novedad en el frente, un drama bélico que confronta a la audiencia con la visualización de una guerra que, sin dejar de ser sobrecogedoramente monocromática, es rica en contrastes significativos. Las palabras belicistas del maestro, por ejemplo, pronunciadas en un ambiente escolar impecable de un idílica ciudad alemana, se reproducen irónicamente en escenas que representan el equipamiento industrial de la muerte en el frente occidental: el uniforme empapado de sangre del difunto soldado Heinrich es solo uno de los miles dispuestos en bultos, sometidos a un reprocesamiento sistematizado de hervido, lavado y remendado, haciéndolos reutilizables para los próximos usuarios, quienesquiera que sean. La lealtad a la “patria” no se trata, en efecto, del acontecimiento extraordinario del sacrificio individual, que no parece perturbar a nadie en el frente de batalla, sino de la matanza de toda una generación como praxis rutinaria sin novedad alguna.
Ilusión y realidad, inocencia y engaño
Los compañeros de escuela burgueses Paul, Albert, Frantz y Ludwig, así como el sabio y paternal zapatero Stanislaus “Kat” Katczinsky (Albrecht Abraham Schuch) y el audaz joven Tjaden Stackfleet (Edin Hasanović) – ambos analfabetos y apareciendo en escena tan pronto como los escolares llegan a las trincheras –, son los rostros principales de la historia, pero todos ellos representan la masa silenciosa de niños y hombres de diferentes clases sociales enviados al matadero, confundiéndose juntos en los tonos grises del campo de batalla. Sin embargo, todavía hay un aspecto individual retorcido e instrumental que resurge en el asunto colectivo de la guerra, representado en Sin novedad en el frente. A pesar de la meta común, los nuevos reclutas se consideran a sí mismos como “elegidos” para cumplir con su deber y, por lo tanto, son incapaces de entrever la realidad de la maquinaria de la muerte que se presenta ante sus ojos. Muchos de sus uniformes aún llevan las etiquetas con los nombres de sus antiguos dueños, las cuales son retiradas en el acto y arrojadas al suelo por los comandantes con el engañoso y casual comentario: “Sí. Probablemente era demasiado pequeño para el tipo. Eso pasa aquí todo el tiempo”. Una toma del piso, cubierto con las etiquetas con los nombres de los soldados muertos, revela lo que los ojos inocentes de los jóvenes reclutas aún no pueden ver. Sin novedad en el frente hace visibles estos momentos paradójicos, en los que el soldado individual, en busca de la singularidad del heroísmo, por pertenecer a una “juventud de hierro”, pronto se transforma en una pequeña rueda de un aparato uniformado, continuamente desgarrado por la muerte, remendado o remplazado, al igual que el uniforme que lleva puesto, e incluso recibiendo una fecha de caducidad provisional poco antes de iniciar el combate: “Frantz Müller, ¿no? El Alto Mando espera que sobrevivas al menos seis semanas. ¿Quieres estar vivo en seis semanas?” Este manejo siniestro de vidas humanas se manifiesta a lo largo de la película, en la que se hace referencia a los jóvenes como una “carga” que debe llevarse al frente, alcanzando su expresión más cruel cuando Paul Bäumer descubre todo un batallón de muchachos muertos y Kat comenta: “Pronto, Alemania estará vacía”. Sin novedad en el frente desvela así el engaño y la deshumanización de la juventud como elementos esenciales de una guerra impulsada por un patriotismo engañoso, en la que las élites reaccionarias y militares alemanas recrean pérfidamente la leyenda de El flautista de Hamelín: el cuento de un cazador de ratas que, vestido coloridamente, se venga de sus clientes deudores atrayendo a sus hijos con una música maravillosa, haciéndoles desaparecer para siempre. En nuestra historia, este papel es interpretado por hombres respetables y poderosos que atrapan a los jóvenes del país seduciéndolos con melodías de gloria y heroísmo, sin que estos tengan la chance de poder regresar sanos y salvos o de simplemente sobrevivir. Esta paradoja se resalta aún más en la admiración reverente con la que los cuatro amigos reciben sus uniformes, antes de marchar entusiasmados hacia el frente, cantando, esperando continuar la emoción hasta invadir París, el ansiado clímax de su triunfo. Pero sus sueños no se detienen ahí. Ingenuamente convencidos de su superioridad bélica, los jóvenes reclutas fantasean con una vida después de la victoria, con un amor que les espera cuando termine la guerra, cantando: “Niña, te amo. Pero el matrimonio no es posible todavía. Espera un año. Entonces será verdad”.
Alegría y miseria, humanidad y brutalidad
La dimensión del abuso de la inocencia de los jóvenes juega un papel importante en Sin novedad en el frente, pues los alegres reclutas que parecen estar jugando a la guerra apenas reciben sus uniformes, experimentan la feroz realidad del frente como un terrible estremecimiento. Los discursos de grandeza se desenmascaran de este modo como simples instrumentos de condicionamiento, influenciando deliberadamente la disposición de los muchachos para la lucha, hasta dejarlos atrapados en una maquinaria de guerra que finalmente los priva de su libre albedrío. En las palabras del joven soldado Ludwig, este sentimiento de impotencia se traduce en una sensación corporal en el frío brutal de las trincheras: “Me imaginaba esto de otra manera … Mis manos. Ya no puedo sentir mis manos”. Y lo que los muchachos inicialmente toman a broma en las palabras de su comandante, ordenándoles que mantengan su arma limpia, cuidándola como a una novia, se convierte en seria y triste realidad: el arma sería la única “novia” que muchos de ellos llegarían a tener; ella, o la imagen de una mujer en un cartel publicitario francés que acaba siendo el primer y último amor del ya enajenado soldado Frantz: “Bonjour madame, je suis Kropp, et toi? Tu veut venir avec moi?” (“Buen día señora, yo soy Kropp, ¿y tú? ¿Quieres venir conmigo?). Sin novedad en el frente nos revela sueños juveniles aplastados por la brutalidad de las trincheras, los lanzallamas, los gases letales, los tanques. Y mientras los jóvenes soldados se vuelven cada vez más violentos, sus acciones cada vez más terribles, alcanzando la adultez de la manera más cruel, tanto la naturaleza como la población que los rodean no permanecen insensibles a los sucesos del campo de batalla, transformándose a su vez: muchos árboles se vuelven monstruosos, deformándose, pudriéndose por dentro, mientras que la mirada del niño de la granja familiar que Kat y Paul roban constantemente se vuelve sombría y asesina. Estas huellas perennes de la guerra también son identificadas por Paul en sí mismo: “No puedo quitarme dos años de granadas de mano como un calcetín. Nunca nos desharemos del hedor”, y por el gravemente herido Tjaden en su agonía final: “Nunca más seré un policía rural”. Sin embargo, los árboles muertos y los ojos vacíos se yuxtaponen a los bosques aún vivos, altos y hermosos, y al pañuelo limpio y fragante de una joven francesa en las manos de Tjaden, un tesoro, la última reminiscencia de un mundo exterior hogareño para los muchachos, de una vida que aún debe estar allá afuera, en alguna parte, lejos de la pestilencia de la guerra. Pero también hay un mundo por encima de ellos que lucha por sus vidas y que los soldados ignoran, en la esfera de poder que decide sobre su destino, y que es hábilmente agregado a la historia en un segundo hilo narrativo: el socialdemócrata Matthias Erzberger (Daniel Brühl), una figura histórica, representa a las fuerzas que intentan poner fin de inmediato a la carnicería, tras tomar nota de la muerte de cuarenta mil hombres en cuestión de semanas, muchos de ellos adolescentes como “Albrecht, Karl. Diepholz. 14 de septiembre de 1898”; Blumenthal, Samuel. Dresde, 6 de noviembre de 1900”; “Von Gallwitz, Gustav. Osnabrück, 20 de junio de 1899”. De esta manera, la película Sin novedad en el frente de Edward Berger no deja de resaltar los esfuerzos humanitarios aún presentes en el país, colisionando con la temeridad irreverente de la élite militar alemana, representada por la figura ficticia del general Friedrich (David Striesow), un hombre que insiste en consumir los últimos recursos humanos hasta el final. A mediano plazo, sin embargo, este deseo prevalecería. Sólo veintidós años después, las mismas energías asesinas, con otro rostro, invadirían por fin París a costa de innumerables víctimas. Pero la “juventud de hierro” alemana, sacrificada en la Primera Guerra Mundial, nunca viviría para verlo. El heroísmo ilusorio que buscaban tampoco habría de realizarse nunca.

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Sin novedad en el frente (2022), drama bélico del director y guionista alemán Edward Berger, fue nominado en 2023 a nueve premios Oscar en las categorías de fotografía (James Fried), largometraje internacional (Alemania), maquillaje y peluquería (Heike Merker y Linda Eisenhamerová), música: partitura original (Volker Bertelmann), mejor película (Malte Grunert, productor), diseño de producción (Christian M. Goldbeck, Ernestine Hipper), sonido (Viktor Prášil, Frank Kruse, Markus Stemler, Lars Ginzel y Stefan Korte), efectos visuales (Frank Petzold, Viktor Müller, Markus Frank y Kamil Jafar) y guion adaptado (Edward Berger, Lesley Paterson e Ian Stokell). La película ya está disponible en Netflix.
La novela Sin novedad en el frente del escritor germano-estadounidense Erich Maria Remarque se publicó originalmente en alemán en 1929 y se tradujo a veintiséis idiomas ese mismo año. En el año 1933, ejemplares de la novela fueron destruidos durante la campaña de quema de libros de los nacionalsocialistas. La película de Edward Berger es la primera adaptación cinematográfica alemana de la novela de Remarque. Puedes conseguir tu ejemplar del libro aquí.
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